¿A quién, sino al que tiende a la literatura, le interesa la literatura?
Diría que quizá, con ese tipo de lectura, es probable remitirse a la inutilidad, más aún si
a ello le sumamos una memoria casi nula, como la mía, lo poco que nos queda de
horas y horas de lectura, sin información, sería: En primer término, el goce, el que nos
da la lectura en sí misma. “No importa” lo que se cuente, importa cómo está contado.
La forma, el punto de vista del que cuenta, los recursos, lo que nos da a, cavilar, si se
quiere, lo que nos interrumpe para decirnos: acá estás vos.
Otra de las características de leer literatura tiene que ver, se me ocurre, con ese
dejarse ir que podríamos representar con la visión de un film. Sólo que en este ejercicio
somos nosotros los que terminamos los detalles, los que ponemos la luz.
Y en segundo término, los que fijamos el tiempo, una tiene ante el libro la efímera
ilusión de manejar el tiempo. Cómo si pudiésemos adelantarlo, detenerlo, demorarlo.
¿Y quién no quisiera poder hacerlo, justo, cuando la situación es de goce?
¿O correr las manivelas del reloj, como en los dibujos animados, justo, cuando
pareciera haber elefantes entorpeciéndonos los días?
A eso se juega cuando se lee literatura, y a no agotarse en la búsqueda. Inutilidades de
la vida cotidiana.
Pero claro, hoy con las bolsas cayendo, el debacle financiero mundial, el
medioambiente que insiste, como boxeador en la lona, y no se recupera a nuestros
hostigamientos y los rollos de pino por doquier, darse a la literatura… Casi, pareciera
que no da. No entra. No cabe. No hay tiempo de detenernos ante nosotros mismos.
Podemos decirnos.
Y en ese caso, podría ser su remplazo, para que no bajen las estadísticas, los lectores
de best sellers, palabra en boga con posibilidades de formar y hacer sentir a muchos, la
utilidad permanente, si preguntarse por la utilidad y en función de permanecer en la
corrección literaria que es a lo que nos debe llevar el mero entretenimiento. Ser
ciudadanos lectores, por ende, buena gente. (permítanme una sonrisa)
Leer no nos hace buenos, que quede claro, es cierto que muchos dirán de interés es, el
informarse, y formarse, y lo es, saber sobre: historia, economía, política, amor, o lo que
prefiera a elección y de forma entretenida, historia novelada entra fácil en el canon,
creemos, qué. Y por otra parte en un solo tomo, sueño y aprendo, no?
¿En cuántos libros leímos ya, el 11 de septiembre? ¿Los conflictos de género?
¿La voz de los montes? O si fue la hija de tal prócer la que tuvo un affaire con tal otro,
o si se le ocurrió a la escritora, al escritor.
Por otro lado, como lectores exclusivos del arte de lo lineal, en lo que se puede obtener
práctica, es en el ritmo de velocidad que se nos requiere hoy. Tiempos de ir a la
velocidad adecuada, la que nos hace pertenecer, o chau, te caes en las inutilidades.
El best sellers es un libro diseñado para ser vendido y leído a velocidad.
Frases cortas, precisas, de único sentido, siempre para allá, allá, hacia dónde va el
escrito, desplegando una narración extensa, mucha historia, pero cuando termina,
como en la comedia liviana, suspiramos y decimos: Bue! ¿Tomamos mate?
O podríamos intentar la “otra” literatura y al cerrar el libro, no tener qué decir, porque
dentro nuestro no dejamos de volver a regocijarnos con las páginas leídas, de pensar
en, de darse a, volverse… No hace falta gran memoria, ni inteligencia para darse.
A veces, la cuestión es ejercerse en ganas de pasarla bien, en aprender a no
espantarnos cuando una autora/or nos descubre con las palabras exactas, esas que
tanto buscábamos decirnos, o cuando ante nosotros se despliegue un tiempo de
huracanes, a tanta pregunta, a lo que no sabemos como única respuesta y que bajo
ningún concepto intentemos buscar entre esas páginas, que un quién tal cualquiera,
nos diga qué hacer para vivir “mejor”.