Que no sé lo que pasa en el país
Que no me importa que la gente está sufriendo
Que no me duele las condiciones de algunos lugares donde trabajo
Que no veo que mis alumnos sufren y algunos están sin rumbo
No vivo en una burbuja
No niego la realidad, me hago responsable de mi parte.
Ayer pensando en todas las notas que compartí hasta el momento con ustedes, repasando en la idea de que todas son bastante optimistas, casi como en un cuento de hadas. Donde imagino una realidad y ya aparece por arte de magia.
Nada más alejado que ese mensaje gente. Acá la idea es pensarnos y ver que ya estamos en la cagada, ya la estamos pasando mal. Es por eso que por razones de salud física, mental y emocional hace muchos años que no veo noticias, excepto cuando busco informarme de situaciones puntuales. y me dirán, por gente como vos estamos como estamos, pero les puedo asegurar que las noticias llegan, especialmente las malas.
Siempre tuve sensibilidad y ganas de que la gente se sienta bien. Me gusta hacerles reír, que se sientan bien conmigo y hacerles ver todo su potencial y lo buenas que son en aspectos que puedo observar de ellas, en especial a personas que conozco.
En ciertas situaciones de mi vida esta sensibilidad me jugó en contra. Me apropiaba del dolor ajeno porque no sabía quién era –sé que hay mucho por descubrir de mí- y nunca había revisado mi interior. Hay una frase que dice “la verdad los hará libres”. Y en éste punto me gustaría aclarar, mi punto de vista en relación a ella.
No es que alguien de nosotros tenga una verdad o la posta como se dice, sino que hay una fuerza y energía superior, que nos guste o no, la aceptemos o no, está y es la que dirige todo. Ya les dije que nosotros no estamos ajenos a ella, la vamos alimentando con nuestros pensamientos que se convierten en energía. En acción, ya sea internamente en nosotros o se expresa de alguna manera en lo social. Y la única verdad que veo, es que vinimos a ser felices y a aprender a amar.
Por eso, en mi viaje de vida, elegí cerrar esas persianas externas por una cuestión de autocuidado. Y nada es gratis. Cada uno de nosotros está actuando de una manera y es la correcta, sea cual sea, podemos catalogarlas de buenas o malas, pero todas contribuyen al equilibrio de éste mundo.
Agradezco, honro y bendigo a cada persona por lo que hace porque eso influye en mí también. Pero si hablamos en términos emocionales, “nada es gratis”, tanto para esas personas que viven puteando, enojadas, tristes, deprimidas, etc. Todas esas emociones se detonan primero en ellas, dejando un sinfín de químicos en sus cuerpos porque las emociones nos dan información de cómo adaptarnos a las diferentes situaciones, pero como en muchos casos no se sabe qué hacer con ellas, las seguimos repitiendo y se vuelven un hábito. Repetimos respuestas similares ante los diferentes sucesos. Como esas emociones no son liberadas, ya que todos los días y todo el tiempo estamos sintiendo, -que no las percibas no quiere decir que no estén ahí- y se van acumulando hasta que comienzan los dolores en el cuerpo, algunos síntomas en los órganos, etc. En ésta etapa me plantee esto, si ya la estoy pasando mal ¿qué puede ser lo peor que me puede pasar? ¿qué tan diferente puede ser el camino “opuesto”? y como soy una curiosa, atrevida y cuando me juego por algo lo hago al 100 %, me mande.
La otra parte de “Nada es gratis”, de las otras personas que decidimos mirar para adentro y actuar de otra manera, ni bien ni mal, sino diferente, tampoco es sencillo. Cuando tenés que aceptar tus limitaciones, tu orgullo, tu resistencia al cambio, tu odio y rabia, tu soberbia, que tenés que aprender a confiar porque no podés con todo, que por más buena voluntad que tengas no podés intervenir en la vida ajena si ellos no lo permiten, ver sufrir a muchas personas que querés y no te piden ayuda, etc. No es que tenga la posta como les dije, el simple hecho de conversar y acompañar a estas personas que amo, me hace sentir que aporto mi granito de arena. Obviamente, no sin su consentimiento. Aun así, al adentrarme en éste mundo de las emociones, pude entenderme a mí y eso me da la tranquilidad, que todos vamos a llegar. Al tiempo y ritmo propios de cada uno, “no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista”, de alguna u otra manera nos vamos a mover y buscar sentirnos mejor.
¿Qué diferencia hay entre un tipo de dolor y otro?, en éste último, los que voy experimentando ahora, se sienten como liberación de algo que estuvo guardado hace mucho tiempo y como que te quitas pesos de encima. Y siempre traen calma, paz y serenidad al aceptarlos y ver de qué manera seguir. ¿Duele? Puff, ni te cuento, pero cada vez duele menos y ese espacio que se libera queda disponible para nueva información de cómo querés vivir tu vida. ¿Y cómo querés vivir tu vida? Imagínate que seas vos misma/o, que no te sientas mal por las críticas ajenas, que puedas poner límites sanos incluso a personas cercanas y que amas en tu vida, que te vistas y hagas lo que te guste sin importar tu edad, que cada vez te conozcas mejor y por ende entender el proceso de vida de las personas, que te animes a ir por tus sueños independientemente de los resultados, porque sabés que vos no sos eso, no vales por tus logros, resultados o lo que hagas, tu vida vale porque sos vos, así, con todo lo lindo y todo lo que todavía no sabés de vos y que ese lado “oscuro o mejor dicho incómodo” tiene para mostrarte. Decime si no es negocio ¿es o no es negocio? Yo elijo en lo que me queda de vida este otro mundo, porque me expande, me libera, me hace ver y conocer otros mundos. El mundo anterior me hacía sufrir, me hacía cada vez más chiquita e insignificante, era muy efímero ese bienestar y nunca llegaba la paz.
Por eso gente, no vivo en una burbuja, no es que las personas no me importan o no veo lo que sufren ¿Por qué creen que hago esto? ¿por qué creen que ocupo lo más importante que tengo que es mi tiempo en escribir para ustedes y desnudar mi alma acá? Y no crean que en algún momento mi ego no me juega una mala pasada y me dice, “deja de joder con esto que se arreglen, que cada una/o se haga responsable de su vida” ¿“qué ganas con todo esto”?
Esta es la manera que encontré para acompañar y hacer el proceso de mi vida y de otras personas un poco más ameno, más tranquilo y que puedan ver el aprendizaje en cada situación difícil. Y que todos, absolutamente todos, estamos en éste barco. “La felicidad no es plena si no tenés con quién compartirla”, en este punto de mi vida y edad, ¿de qué me vale estar bien y ver a los demás sufriendo? ¿Creen que no me importa? Si. Me importa y mucho, pero entendí que cuidarme física, mental y emocionalmente es más importante porque a la hora de estar con alguien estoy mejor parada y puedo contribuir y no largarme a llorar junto porque tocan heridas no sanadas en mí. Obviamente que puedo conectar con su dolor y llorar, pero podremos ver la luz al final del túnel y no quedarnos atrapadas en el dolor.
Un resumen de la pirámide de Maslow, sería algo así, una vez que ya comiste y te pagaron, queremos reconocimiento. Y no voy a negar nada de eso, porque durante mucho tiempo tape mis cualidades o conocimiento por el miedo a ser juzgada, de que soy aburrida o intensa y por inseguridad personal. Me lo debo a mi el reconocimiento, primero yo y me siento muy felíz de compartir mi sentir con ustedes, entonces esa batalla ya está ganada para mí. Pero volviendo a lo del reconocimiento, ¿cómo querés que se acuerden de vos? ¿qué querés dejar en éste mundo? ¿qué ejemplo le estás dando a tus hijos?
Ojalá la gente se acuerde de mi porque contribuí a que se sienta mejor, que logre motivarlos a sentirse mejor, que le di otro punto de vista y que su elección le hizo sentirse mejor, no porque lo haya dicho yo, sino porque a raíz de eso, TU DECISIÓN hizo tu vida mejor.
Les comparto mi Sentir, con todos mis aciertos y errores, virtudes y defectos, pero sobre todo desde el corazón.
No niego la realidad, me hago responsable de mi parte.
«No hay un mundo que salvar. Hay un mundo que tiene que despertar, y eso siempre empieza por uno mismo. Si estamos en una habitación a oscuras, llena de gente con una vela en la mano, y uno enciende su vela, la habitación ya no volverá a estar a oscuras. Éste es el mejor regalo que nos podemos hacer y que podemos hacer a los demás.»
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Paula Vera
Docente-Coach
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