Tan sentida en el corazón de la feligresía que la espera año tras año, para vivirla y conmemorarla con pasión y distintos eventos litúrgicos, las Pascuas de Resurrección encierran distintos significantes desde épocas muy remotas de la historia de la humanidad que conjuga valores muy arraigados tanto en católicos como en judíos.
Ya en el Antiguo Testamento, en el Libro del Éxodo se narra la partida del pueblo de Israel de su cautiverio en Egipto, en busca de la tierra prometida, que para sus padecimientos era una esperanza concreta de un nuevo inicio y allí está su primera significación.
Por su parte los cristianos separan la celebración, pero mantienen la referencia del nacimiento, de la búsqueda de algo que se renueva, de la resurrección misma. El domingo de pascuas es el día en que Jesucristo volvió a la vida luego de vencer a la muerte.
Con respecto a sus símbolos que son varios, el conejo representa la fertilidad en las crías de animales como ejemplo esperado del renacer de la naturaleza. Los huevos se relacionan con el inicio de la vida, el comienzo del ciclo desde su primera célula. El Cirio Pascual ofrece la luz como imagen de la resurrección de Cristo y las flores, siempre presentes, simbolizan la alegría por el regreso triunfante.
Por eso es que estos elementos cada año forman parte de los festejos ya que su significado está muy apegado a los afectos de las personas, tengan las creencias que tengan, porque la sonrisa de un niño al recibir su huevito de pascua también se transforma en esperanza para toda la humanidad.