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Múltiples Existencias: Aña gurises

Ene 31, 2021

La mente está condenada al eterno presente de la percepción y la conciencia. Eso dice el Gurú que nos guía hacia nosotros desde la absoluta ignorancia de las revelaciones de su propia percepción. La gente y las gentes necesitamos de él/ella, sea quien sea él/ella, el guía que nos toma de una mano y nos lleva hacia la purificadora niebla del Ganges o del Acaraguá, o el Tuichá. Lo importante es Creer que nos encontraremos tal vez a través de la palabra, aunque esta no sea siempre certera.

Múltiples existencias es una conjunción de voces dentro de vos, un instante en el aire podrido del mundo que nos dieron, una mente única construida a través de la ruptura del lenguaje donde viven de juerga los ejércitos asimétricos de la belleza.

Aña gurises. (por El Gurú del Caíco)

La antena.

Hacía muchos días que veíamos los camiones yendo y viniendo. Como la ruta no estaba terminada pasaban por la calle del barrio, levantando polvareda. Aprovechando que en la esquina frenaban para doblar, con la gurisada nos trepábamos a los camiones. Íbamos de un lado a otro de la ruta. Cada tanto los camioneros paraban con ganas de pegarnos, pero éramos tan chicos y, sobre todo, teníamos tanta cara de boludos que nos perdonaban.

Un día en lugar de bajarnos al doblar la ruta, decidimos seguir hasta terminar el recorrido y ver donde iban. Estuvimos cerca de media hora colgados, al principio parecía divertido, pero después me dieron ganas de jugar a la play. El camión frenó del todo y vimos que estaban construyendo una antena altísima, ahora sé que era una antena de comunicaciones, en esa época nos inventamos historias sobre extraterrestres y ovnis. Ese recorrido era el último, llevó arena en el volcador. Como era verano nos quedamos un rato ahí, total oscurecía tarde.

Encontramos un arroyo y nos tiramos un ratito. Al toque los trabajadores se fueron en el camión. Nos Quedamos tirando piedras a las paredes a la torre. Después Mandioca, dijo que éramos unos cagones si no nos animábamos a subir. La torre no estaba terminada pero había como una escalera de mano improvisada al costado. Subimos. Yo fui primero. Mandioca venía atrás después cabeza de vaca y el polaco.

Estábamos llegando a la punta, cuando comencé a hacer con los pies como que le iba a pisar las manos a Mandioca. Él primero lo tomo en chiste, después se enojó. Me estiró de la ojota y yo le tiré una patada. El siguió haciéndome cosquillas y me estiró de las piernas haciendo como que me iba a tirar de la antena. Seguimos así unos cuantos escalones. No sé en qué parte pero ambos nos empezamos a enojar uno con el otro hasta que le escupí el garzo más verde y espeso del universo en su cara y le pisé la mano con el talón del pie que quedó sin ojota. Mandioca gritó y se soltó. Perdió el equilibrio y cayó encima de Cabeza de vaca que estaba medio suelto gritando: —dejen de joder se van a caer. — Y a su vez los dos cayeron sobre el polaco.

No sé cuántos metros fueron, pero los suficientes como para que su caída haya parecido eterna. Los vi achicándose en el abismo de tierra colorada y cemento, revoleando sus cuerpos en el aire. Al último segundo no quise mirar. Con los ojos cerrados, la oscuridad duró dos eternidades. Adentro de mi silencio oí el crujir de todos los huesos juntos, hasta que se transformaron en una masa difusa. No podía saber quién era quién, los tres cuerpos explotaron en el piso de la antena. Y los gritos estaban ahogados en sangre y balbuceando con los huesos rotos, al polaco lo vi hablar mas no lo escuché. Cuando abrió la boca una masa viscosa, mezcla de sangre y otros fluidos dejaba caer dientes y muelas junto con su alarido.

Corrí a toda raja a buscar a alguien. Unos obreros estaban tomando unas birras en un kiosco a unas cuadras. Les pedí ayuda y les conté la historia que quizás ustedes leyeron en el diario, la de los chicos que no les hicieron caso a su amigo y cayeron de la antena. Les dije que yo les había advertido a esa gurisada cabezuda que no suban, que era peligroso, pero ellos subieron igual.

Esta es la primera vez que lo cuento.