Donde los árboles sobreviven entra mi cuerpo pixelado a buscar la
nitidez y se hace de noche, pueblo, legión incrustada a la tierra.
Mi cuerpo sin pueblo es día, niebla, monte.
Después lo vuelvo a encontrar. Comprendo la intemperie;
gota de luz, de agua, de sangre en mi boca.
Han pasado meses, pero no quiero nacer,
tengo la piel contraída o la tristeza del tiempo
como un tobogán detenido en el vértigo donde aprendí a cantar.
Soy el hijo miserable de la pureza, me ciegan los signos
de la inmensa luz,
descanso en su vientre.
La noche es la eternidad abreviada.