¿Cuál es tu discurso diario?
¿Cuál es la o las palabras que más se repiten en tus conversaciones?
Esas palabras ¿Construyen o destruyen?
¿Cuál es tu diálogo externo, el social?
¿Cuál es tu diálogo interno, con vos misma/o?
Y lo más importante ¿estos dos diálogos, el interno y el externo, son coherentes, son iguales?
Hoy en día surgieron diferentes lenguajes, el digital, artístico y musical, el lenguaje corporal pero el más antiguo, es el de la palabra. A través de ellas podemos construir, sanar, reconciliar, edificar, etc. pero también podemos herir, destruir, lastimar, declarar guerras, etc.
Como todas las cosas que se vuelven habituales y de costumbre, no dimensionamos su poder. En el caso de las palabras, tienen mucho poder. En coaching, decimos que las palabras generan acción, nos invitan a movernos y hacer algo, nos predispone para cumplir objetivos a través de nuestras acciones. Es decir, si decimos por ejemplo “que lindo es mi trabajo”, todas mis acciones se alinean a esa frase, mi cerebro buscará y sobre todo se detendrá a ver aquellas cosas, que se ajusten a esas palabras que declaré “que lindo es mi trabajo”.
El tema es, cuando lo que digo o pienso, es para maldecir, calumniar o enjuiciar, etc. Ese es el foco de mi nota de hoy. Y como siempre, lo llevo al plano personal. Lo que nos decimos.
Generalmente, creemos que lo que hacemos o decimos no tiene consecuencia, no pasa nada y lo cierto es, que vamos atrayendo y generando ese mundo, el que declaramos o proclamamos en voz alta o en nuestro interior, que luego van edificando murallas, nos aíslan y alejan de los demás.
Imaginen una persona insegura, rencorosa y con miedo, ¿cuál crees que es su lenguaje interno? Cada vez que quiere hacer algo nuevo aparece el fantasma de la inseguridad y miedo, no se anima a enfrentar la realidad porque cree que no lo logrará, que no está a la altura y generalmente, ese muro se construyó en su propia mente, con las palabras que se dice así misma.
Así se vuelve una persona rencorosa e insegura, pero eso se debe a que atrae situaciones que implica, que atraviese esos miedos para superarse a sí misma. Por ej: En el ámbito docente, no es muy habitual que los docentes quieran dirigir un acto o decir el discurso en público, entonces, si su Director le pide alguna de éstas cosas, se siente intimidada, con miedo al fracaso, que se burlen o juzguen ¿cómo una docente se va a equivocar? ¿cómo puede ser que esta persona “que comete errores” sea docente? Y la verdad, que esas situaciones de miedo las atraemos con nuestros pensamientos. ¿Te pasó alguna vez que dijiste en una lección oral “que no me llame el profe, que no me llame el profe” …cruzando los dedos como para fortalecer tu pedido y ¿qué pasó? Te llamó el profe, por supuesto. Se cumple la profecía.
Una vez, tuve una de las tantas lecciones que me dio un alumno. Me dijo: …” profe ¿que significa…..”?, no recuerdo que palabra era, pero tenía una idea de su significado, no estaba segura. Entonces le dije lo que creía que era. En ese momento, gracias al lenguaje corporal, el tono de mi voz – que también nos dan mucha información-, mi respuesta, no lo convenció y me dijo:…”¿porque Ud. No dice que no sabe y ya está?
La verdad que sí, le respondí. Hasta ese momento, yo no me permitía no saber. No me permitía el error, menos dentro del aula. Y ese día me liberé de la presión de saber todo y del miedo a equivocarme y no saber frente a los estudiantes. Uno de mis muros, se rompió, el de la exigencia a mí misma.
La invitación de hoy, como siempre, es revisar tu discurso, que palabras utilizas más en tu vocabulario. Y puedo garantizarte, que, en la mayoría de los casos, tu vida es como hablas. O no está tan alejada de tu manera de pensar. Si tus pensamientos son “que los años no vienen solos”, seguramente te enfermas de seguido o pasas mucho tiempo en el médico. No porque lo digo yo, sino vos misma/o.
La vida, mis experiencias personales y personas, como ese alumno rural, me van mostrando cada día la importancia de lo que nos decimos internamente y cómo nos percibimos a nosotros mismos.
Es increíble, el impacto que tiene, aun hoy, la mirada de los demás, en nuestras acciones, especialmente en lugares donde todos se conocen. Yo vengo de un pueblo y mi mamá siempre decía, por suerte ya no lo hace, “que va a decir la gente”. La gente puede decir cualquier cosa, puede construir o destruir. Pero si se quién soy, que hago, con qué intención no tengo la necesidad de andar convenciendo que soy una buena persona. Simplemente es aceptar y respetar que pensamos diferentes. Cada uno habla desde lo que resuena en su interior.
Obviamente, que hay personas con las cuales no coincidimos en la manera de pensar y lo mejor es respetarnos. Mejor no hablar porque no se llega a nada, sino aumentar el odio o el enojo. Cada uno con su discurso. Pero ¿cuál sigue siendo tu conversación interna, respecto de la situación?
¿Las palabras alimentan el enojo o buscan buscar el aprendizaje? ¿Cuáles son tus ideas y pensamientos internos? ¿Te das cuenta que vos alimentas, fortaleces y potencias esa manera de ver las cosas? Sea cual sean esas palabras, las estás fortaleciendo en tu cerebro vos misma/o. Y eso se basa en tus creencias, en lo que crees que es lo mejor o cómo deberían ser las cosas. Para aclarar lo que te digo, te doy un ejemplo.
Si a un niño, desde chico le decían “no servís para nada”, “sos un inútil”, “te pasas durmiendo y no hacés nada”, sos un vago, etc…¿Cuál crees que va a ser la creencia de esa persona en su adolescencia y de adulto? Las palabras generan acción, se convertirá en eso que le decían y su cerebro, -o sea la manera en que piensa, atraerá esas situaciones que confirmen su pensamiento. Eso si, hasta que tome conciencia de su propio valor y que lo que digan o piensen de él, no lo definen cómo persona.
¿Escucharon hablar del efecto Pigmalión? Te invito a que investigues. Hay muchas investigaciones al respecto.
Al conocer este mundo de las emociones y al comprender que todos en algún momento de nuestras vidas “escuchamos palabras que destruyen”, debemos saber que eso no tiene que ser definitivo. No debe condicionar nuestras vidas. Porque destruyen sueños, autoestima, la ilusión y tantas cosas lindas que podemos compartir con otras personas. Así, como les dije antes, vamos construyendo muros con el resto de la sociedad y también dentro de la propia familia, “creyendo que nos juzgan” pero en realidad los primeros que nos juzgamos y no nos permitimos mostrar nuestra vulnerabilidad, somos nosotros mismos. Justamente, por todo ese lenguaje y palabras que nos decimos internamente y nos destruye por dentro.
Hay una frase de Buda que dice: ”Ni tu peor enemigo puede hacerte tanto daño como tus propios pensamientos”.
Antes de decir, la gente dice de mi …tal cosa, fíjate que te estás diciendo vos.
¿Te molesta equivocarte? ¿Qué te decían o quién te juzgaba de chica/o?
¿Qué pensas de las personas que se equivocan? ¿Lo ves cómo una debilidad el cometer errores?
Todas las personas estamos acostumbrados, porque eso era lo correcto en su momento, observar solo los aspectos positivos. Pero nadie quiere o sabe meterse en el otro lado, que también es parte nuestra y sin temor a equivocarme, por experiencia propia, ese lado B y oscuro, es el que nos lleva a ser esa persona que todos queremos ser. Poder comprender, que ese lado, se formó en nosotros por creencias de otros, por la mirada de personas inseguras y poder perdonarlos y perdonarnos por la ignorancia del momento, nos hará Buena gente.
Pasar por ese dolor emocional de reconocer que no somos perfectos por fuera sino en esencia implica un grado de responsabilidad y valentía para dejar de ser víctimas de la sociedad. Y para eso debemos ir rompiendo todas esas murallas que nos construimos para tapar nuestra vergüenza, miedos y tristezas, para nuestro bien-estar y convertirnos en personas más empáticas. Nadie que pasó por esas situaciones, se burlará o juzgará a los procesos ajenos. Nadie que sabe lo que se siente atravesar diferentes situaciones como en mi caso un divorcio, la pérdida de un ser querido, le dirá a otra persona lo que debe hacer o cómo debe comportarse. Porque lo vivió. Lo sintió y ese es el mayor aprendizaje. El de la experiencia. No solo de la boca para afuera. Desde lo que leíste o “crees saber”. Sino desde el sentir.
Por eso, mi invitación es que transites tus experiencias. Conocerte es el mayor regalo que te podés hacer, vivir a tu manera y con tus tiempos. El mayor crítico, en muchas oportunidades, está dentro nuestro.
Por otro lado, también quiero invitar a todos los docentes e instituciones educativas, que quieran trabajar en talleres la ley N° 209 y su aplicación en el aula; el autoconocimiento del personal docente, etc. A que se comuniquen conmigo por MP en @sentir._ok. Conversamos y armamos un plan de trabajo a su medida. La primera charla es gratis para definir objetivos, tiempo y duración del mismo.
Paula Vera
Docente-Coach
Instagram @Sentir._ok