La responsabilidad afectiva

¿Qué significa para vos esta idea de la responsabilidad afectiva?

¿Sos responsable con tu sentir?

¿Qué ejemplo podés dar de tu responsabilidad afectiva?

¿Qué implica ser una persona responsable afectivamente?

La mayoría de nosotros sabemos que las emociones han tomado relevancia, hace muy poco tiempo. Recién se está comprobando de su impacto y beneficio, en los diferentes ámbitos de nuestra vida.

Las nuevas corporaciones empresariales, se dieron cuenta del valor de tener en cuenta la salud emocional de las personas. Valoran y cuidan a sus recursos humanos.

Seguramente, tendrás algún abuelo/a o persona de la tercera edad, y podés notar lo absorbente y dependientes que son. No digo en casos extremos de salud sino en personas adultas que están bien de salud, pero que carecen de la responsabilidad afectiva.

Voy a definir, lo que es para mí, este concepto. La responsabilidad afectiva implica un conocimiento de nuestro ser, nuestras conductas y emociones que me permiten actuar en mis relaciones de una manera responsable y coherente con lo que pienso, siento y hago. Es decir, responder con habilidad. De ahí el término, responsabilidad. Así sea decir NO a algo, poner límites o alejarme de una persona.

Pero me pregunto ¿cómo vamos a responder con habilidad, en éste caso, emocional si no tenemos los recursos? Como cualquier otra habilidad, hay que desarrollarla. Durante mucho tiempo, nuestros padres decidieron por nosotros, luego los docentes, luego la pareja o tu familia, la sociedad y hace muy poco tiempo, que tomamos consciencia o por lo menos yo, de lo que implica la responsabilidad afectiva.

Cuando tomamos una decisión, no hay a quién culpar. Somos los responsables de los resultados, sean buenos o malos. El tema no es el resultado. El tema es lidiar con esas emociones displacenteras cuando me equivoco o cometo un error. Recuerdo muy bien esto. Cuando pensé y analicé los pros y los contras de divorciarme, tal vez no tenía bien en claro que se venía, pero si sabía, lo que no quería para mi vida.

El otro día, me decían, cuando conté sobre éste momento de mi vida y decían: “bienvenida a la nueva vida”, como una especie de que el “problema quedó atrás” o “que mi mal-estar dependía de otra persona”. Eso es lo más fácil, es lo que hace la mayoría de las personas, culpar a otros. Culpar a la pareja porque hizo o no hizo algo. ¿Pero yo que hice? ¿quién me obligó a estar ahí? ¿qué estaba esperando? Y la verdad es que no tuve el valor de tomar antes la decisión, estaba esperando que esa persona se adapte a mis estándares y eso no es amor. Es muy difícil decidir elegirse, cuando las cosas no están tan mal. Lo más habitual, es que las parejas se separen por infidelidad, por violencia de todo tipo, por alguna adicción, pero ¿qué pasa si no hay nada de eso y yo sigo sintiéndome mal? ¿Si tiene que ver conmigo y no con la otra persona?

La lástima, las-tima. Es un juego de palabras que me pareció muy significativo. Tener lástima de alguien, es creer que esa persona no tiene mejores posibilidades, es creer que no puede ser capaz de seguir adelante sin que estés ahí sosteniéndole, es subestimar a las múltiples posibilidades que tienen las personas y demuestra el ego más grande de las personas. A veces, es la mejor excusa para no hacerte responsable de lo que sentís. ¿crees que sos irremplazable? ¿quién dice que le estás haciendo un bien estando con esa persona?

Ayer, hablando con mi hijo me dice:…”Ma, me quiero hacer otra perforación en la oreja para otro arito”. Y yo le respondí:…”Ya tenés la edad y los medios económicos para hacerlo”. Y se quedó pensando. A través de ésta pequeña conversación, quiero mostrarles cómo se van construyendo esas habilidades. Yo le dije:…”ahí empieza el aprendizaje, hacer algo, aunque tus padres no estén de acuerdo y hacerte responsable de las consecuencias.

Siempre esperamos la aprobación de alguien, siempre del afuera. ¿Pero yo qué quiero realmente? Y no estoy hablando de “caprichitos de niños”. A medida que crecemos ¿qué queremos para nuestra vida? ¿cómo la queremos vivir? ¿qué tengo que hacer YO por mi? ¿Cómo puede saber el otro lo que es mejor para mí?

Pensalo de ésta manera. Si sos Felíz con alguien y eso lo veo mucho en la escuela cuando dicen frase como: “sos mi TODO”, “sin vos no soy nadie”; “sin vos mi vida no tiene sentido”, etc.

¿Qué sucede cuando ese “alguien” se va? Tu vida no tiene sentido, ¿verdad?. A eso se le llama “apego emocional”. Nos apegamos a personas, cosas o situaciones, aunque sean tóxicas para nuestras vidas, porque no somos responsables afectivamente de lo que nos pasa. No somos coherentes con lo que sentimos y tampoco hacemos nada, por conocernos, amarnos y aceptarnos.

Naturalmente, aunque sea una persona madura, si terminó una relación, ya sea de pareja o amistad, por supuesto que voy a pasar un duelo. Tengo que reconstruir y resignificar esa relación en mi vida. Somos personas sintientes, no máquinas. Aunque muchas veces, veo personas que no se alejan mucho de estos aparatos.

Todos esos patrones, digo, el de ser fríos y distantes, son mecanismos de defensa, me hago la fuerte, estoy bien, no pasa nada, yo puedo con todo, pero al final sabemos, lo que sucede en nuestro cuerpo negando las emociones. Es tanto lo que sentimos que no sabemos qué hacer con eso. Entonces creo una muralla, me separo del resto para protegerme emocionalmente.

“Lo que la boca calla, el cuerpo lo demuestra”.

Voy a transcribir unas páginas del libro “Zensorialmente” de Estanislao Bachrach…

Apego

Antes relacioné tu rama ventrovagal de conexión con tu estilo de apego. Llamamos apego al vínculo que buscas e inevitablemente encontrás cuando te relacionas, con otras personas para subsistir emocionalmente en la sociedad. La teoría de apego, creada por el psiquiatra Jhon Bowlby, data de los años sesenta y describe apegos seguros, que dan lugar a personas con una buena autoestima y calidad en las relaciones que establecen con otros, y apegos inseguros, que dan lugar a personas ansiosas o inhibidas con más dificultades para relacionarse.

El apego seguro en general se construye cuando los referentes del chico han sabido o han podido responder de una manera coherente, afectiva y cercana a sus demandas. Le ofrecieron protección desde la empatía y respetando su individualidad. De esta forma, cuando el miedo se dispara, el chico puede acudir a ellos para tranquilizarse y seguir explorando el mundo de manera segura. Por el contrario, cuando el referente o cuidador del chico no está siempre disponible, y solo está física y emocionalmente en ciertas ocasiones, sus necesidades no siempre son atendidas. Esto le genera ansiedad cuando se separa del cuidador y miedo al explorar el mundo. De adultos, son personas con una gran necesidad de intimidad, pero al mismo tiempo se muestran inseguros en las relaciones con los demás. Se los conoce como apego ansioso. Un chico que se separa de su referente y responde con llanto y angustia y, cuando regresa su cuidador, sigue sin sentirse aliviado, se transforma en un apego ambivalente. Incluso el chico puede agredir al otro, y les cuesta aún más tranquilizarse y retomar el juego. Estos chicos no confían en la capacidad de los adultos de atenderlos de manera constante, ya que en su experiencia se han sentido abandonados.

Ahora, si el chico no padece ante la separación de su cuidador y al regresar este no lo celebra, y parece no necesitar a nadie para explorar su mundo, entonces muestra un apego evitativo. Se sienten vulnerables ante los demás, y por ello prefieren mantener una distancia de seguridad. Es un apego de vinculación desorganizada. Este se da cuando el cuidador tiene respuestas desproporcionadas, inadecuadas e incoherentes. El chico no consigue aprender qué puede hacer para disfrutar un apego “seguro”. Muchas veces se congela emocionalmente, dando lugar a la disociación (parasimpático dorsal) para poder vivir con el miedo que proporciona el vínculo. Esto seguro implicará problemas psicológicos graves cuando sea adulto. Ahora bien, que tengas el estilo de apego que tengas, siempre podés lograr un apego seguro. ¿Cómo? Con terapia.

Resonancia límbica

Con un apego inseguro y, debido a esto, un SNA (sistema nervioso autónomo) desregulado en alguna situación de temor se acelerará tu sistema nervioso simpático. Chorros de adrenalina afectarán tus músculos y órganos. Cuando esto se repite para compensar, se activa tu sistema nervioso parasimpático ventral, el de calma. Pero si esto sucede muchas veces, se activa tu sistema nervioso parasimpático dorsal que termina paralizándote y desconectándote de tus estímulos externos y de lo que sentís.

Es decir que, con apego inseguro, te desconectas de tus emociones, lo cual afecta su sistema límbico. Esto es una pequeña muestra de cómo tus relaciones afectan la estructura y función de tu cerebro y, como verás más adelante termina por impactar también en tu fisonomía es lo que se conoce como resonancia límbica. Cómo los cuerpos que viven muy cerca se afectan entre ellos. El ejemplo más estudiado es el de las mujeres que, al convivir, sincronizan sus ciclos menstruales. Tu cuerpo es un sistema abierto y tu sistema límbico se sincroniza con los de los demás. Otros ejemplos: padres que regulan la respiración y el corazón de sus hijos, mamás que sostienen a sus hijos más del lado izquierdo que del lado derecho, incluso en muy diferentes culturas, para que sus corazones se sincronicen. Tu corazón habla cada día un silencioso lenguaje fisiológico de conexiones. Además, sosteniéndolos del lado izquierdo, su ojo izquierdo mira el ojo izquierdo del chico con lo cual se conecta con el hemisferio derecho del cerebro – el de las señales no verbales -. Esto sucede igual con padres adoptivos o abuelos. La resonancia límbica reconoce un camino neurobiológico similar al de tu inteligencia sensorial, pero a la inversa es decir podés conectar y saber más de lo que le pasa y siente el otro cuando lo logras primero con tu propio cuerpo. Estamos relacionados biológicamente. Si no sos capaz de tener consciencia de vos mismo, tendrás una capacidad reducida para estar presente con vos mismo y con los demás. (pág 87,88 y 89)

¿Saben lo que me gusta de aprender del mundo de las emociones y de cómo funcionamos biológicamente? Es poder comprender desde el AMOR. Nadie es lo que se ve y cómo se comporta en la vida. Somos el resultado de lo que “hicieron en su momento con nosotros o quisieron que seamos”.

Pero todos tenemos la posibilidad de encontrarnos con nuestra mejor versión. Con lo que verdaderamente somos. Y para eso, deberás comenzar un viaje de introspección para reconocer de dónde vienen esos dolores e inseguridades. Te acordás que te contaba en notas anteriores ¿el precio de ser buena”? Estoy segura que los padres, madres o cuidadores no tenían las herramientas y recursos que tenemos hoy, hicieron lo que pudieron.

Hay tantas problemáticas o dolores, como personas en el mundo. No juzgues. No sabés de dónde viene esa persona, con qué traumas viene.

Al conocer sobre estos temas podés darte cuenta que nunca es tarde para ocuparte de vos. Que está bien “romper” con ciertos mandatos porque ya no se adaptan a tu vida. Les sirvió a otras personas.

Hace un par de años tenía un alumno “que era violento con su pareja”. Al conversar en clase sobre las emociones, siempre se dan esas charlas donde le hace el “click”. Hay otra manera de vivir y ver las cosas. El decía:…”No quiero ser como mi papá”. Este chico, tenía un padre violento.

Cómo verán, muchas veces, no solo es nuestro problema, sino que copiamos conductas porque nadie nos mostró otra cosa. Están muy arraigadas en nuestro ser y vamos repitiendo, de manera inconsciente comportamientos que nos hacen daño y también a los demás.

¿Qué tipo de apego tenés?

¿No te vinculas afectivamente con otros por miedo al rechazo o abandono que sufriste en tu infancia?

¿Tenías adultos que te contenían y te daban seguridad?

Al cuestionarnos nuestra vida, nos vamos conociendo y comprendiendo porqué somos como somos. Eso sí, no es algo definitivo. Ahora tenemos la libertad de elegir cómo queremos ser y vivir.

Paula Vera

Docente- Coach

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