La base del ejercicio democrático estriba en la capacidad de elegir libremente y justamente es esta acción la que otorga legitimidad al proceso. Ahora bien, en este sistema de gobierno que, a su vez, es el más difundido en occidente es inevitable delegar la toma de decisiones en los representantes electos, ya que una sociedad en su conjunto no puede operativamente decidir de manera unánime, adecuada y efectiva sus cuestiones político-administrativas.
Por lo tanto, los liderazgos jugarán un papel preponderante en este sentido y el votante corre el riesgo también, de verse inmerso en una competencia entre personas en vez de optar entre una competencia de ideas o sistemas de gobierno. De todas maneras, el poder que recae sobre el candidato electo no es ilimitado y estará sujeto a otros mecanismos del mismo sistema que dividen claramente sus poderes o eso creemos.
Un factor que crea confusiones y malestar es el de los cambios de partido político de un líder, que puede irse de una agrupación y pasar a formar parte de otra como si sus ideales fueran tan intercambiables como la remera de un club y como si la confianza que sus seguidores depositaron en él, fuera prescindible o poco importante. Otro punto álgido esta dado por los acuerdos que se establecen para conformar alianzas políticas, que muchas veces se tejen en cúpulas partidarias entre gallos y madrugadas, dejando fuera nuevamente al ciudadano común que confió en su líder y en su agrupación, por supuesto.
El sistema democrático tiene sus efectos colaterales en puntos específicos como la responsabilidad pública de sus líderes políticos que muchas veces llevan adelante conductas moral y éticamente criticables como el manejo de datos con parcialidad, el uso tendencioso de la información, las mentiras de campaña, la indiferencia social y demás comportamientos que pareciera que no revisten ningún tipo de consecuencias ni siquiera confesiones tipo mea culpa, ante la sociedad.
El debate que surge sin escapatoria es: ¿el mejor funcionamiento del sistema democrático recae en sus representantes o en sus representados?
No quedan dudas de que ambos comparten distintas responsabilidades en el caso, pero por lo pronto, en menos de dos meses llega el turno de los representados y sería un buen momento para no caer en discursos vacíos y reducir esos efectos colaterales que encierra el sistema democrático.