El sauce llora alla donde el río se inclina,
Sus ramas tiemblan, los susurros murmuran.
Un tenue suspiro se pierde en la brisa pasajera,
Los dedos del tiempo acarician incesantes.
El sol se oculta, con su fugaz resplandor,
Su hilo dorado nos teje un crepúsculo sin parangón.
Un beso tenue de garua en nuestra tierra nos deja,
El ciclo de ouroboros que la vida despliega.
El aliento helado acaricia la piedra en su temprano despertar,
Las grietas nos cuentas sus historias del ayer.
Cada línea tallada, es un eco profundo y sus reverberarantes,
Sombras que laten en el pulso del presente.
La catarata nos entona su lamento constante,
Con resonancia nos canta bajo esta luna de diciembre.
Lo que el viento nos roba en eco regresa.
Una hoja solitaria, roja de pesar,
Danza en los vientos que no dejan de bramar.
Cae en espiral, en su vuelo fugaz,
Un símbolo de días que en recuerdos yacen.
Y así flotamos, como nubes sin rumbo,
Testigos mudos y resilientes del eterno desvelo.
La naturaleza canta, su balada callada,
Caricias de brisas que el tiempo resguarda en su calma.