Tres horas tiene mi día.
No me voy a detener en sacar la cuenta de cuantos minutos y segundos significaría eso, porque seguro que si los cuento se reducirían más aún.
Apenas puedo escuchar a los pájaros, beber agua de manantial, escribir poesía, recitarla, tomar una siesta, ejercitarme en tai chi, acariciar a mi gata, podar las rosas y cosechar moras.
Tres horas.
Lo demás es noche, solo noche.
Me alcanza y me sobra para lo de siempre, escarbar tierra y descomponer colores.
No me voy a detener en sacar la cuenta de cuantos minutos y segundos significaría eso, porque seguro que si los cuento se extenderían aún más.