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Sin alegría en esta Revolución…

Mar 20, 2019

(Por José Luis Martinez) Si nos atenemos al concepto formal de “revolución” según la Real Academia Española, deberíamos estar presenciando cambios radicales en la estructura social, desde lo político incluyendo lo económico y llegando incluso hasta lo moral.
A todas luces, desde lo que se puede observar en una mirada panorámica de la realidad circundante, los cambios que acontecieron en los últimos tiempos podrían enmarcarse dentro del término, con mucha voluntad de nuestra parte, pero lo que no podría incluirse bajo ningún concepto es la cuestión de alegría.
Hoy, en Argentina una familia requiere de ingresos no menores a los $ 26.400 para no ser considerada pobre, según datos oficiales aportados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) correspondientes al mes de febrero pasado. Estas cifras se ven con cierto aire de fantasía por donde se las mire, en principio porque al hacer las compras vinculadas con el rubro alimentación y vestimenta, en cualquier comercio, fácilmente se puede apreciar que resulta muy difícil cubrir los ítems sobre los que se realiza dicha medición, recordemos que incluye otros rubros como los servicios públicos. Más allá de esto, el otro punto de esta cuestión estriba en que el ingreso promedio de los trabajadores misioneros apenas supera los $ 15.000 y esto genera una distancia considerable entre lo percibido y lo que se necesita para cubrir las expectativas de gastos, dentro de un hogar.
La pérdida de poder adquisitivo del bolsillo medio, solo durante la gestión del actual gobierno, según datos de la CTA de Los Trabajadores, ronda el 16 % en términos reales, sin perder de vista que los salarios no eran una maravilla, al final de la gestión anterior.
Las heladeras no mienten y las vidrieras tampoco.
La actividad industrial padeció una brutal caída del 8,5 % según datos de la Fundación de Actividades Económicas Latinoamericanas (FIEL) que ofrece informes sobre la actividad automotriz, química, plástica, alimenticia, textil, petrolera, etc. Esto se traduce en toda actividad económica derivada de los procesos de producción siendo su victima predilecta, el empleo. En nuestro país hay más de cuatro millones de personas que han perdido su empleo en los últimos tiempos (INDEC) y la cascada “revolucionaria” no se detiene allí tampoco ya que la caída en la actividad comercial en 2018 trepó al 8 % y aunque parezca un número menor, en realidad es un guarismo muy alto.
Los negocios y PyMes que en una época esgrimían con orgullo ser atendidos por sus dueños, hoy no tienen otra opción. En muchos comercios se dejó de emplear personas para ventas y atención al público como ultimo recurso antes del cierre de una firma. Según el Colegio de Escribanos Bonaerenses el desplome de la actividad inmobiliaria en 2018 ascendió al 28 % arañando cifras históricas en su retroceso.
Los cambios radicales existen, sin lugar a dudas; lo que no se ve por ningún lado es la alegría.
El paisaje urbano ofrece veredas con actividades magras y grandes vidrieras con ofertas y promociones cuando no, locales vacíos que esperan un proyecto salvador, dentro de una economía más optimista, que les arranque la triste etiqueta de “se alquila”.

*(Docente y Periodista)