Cuando las crisis nos acechan, las fibras más íntimas del ser humano salen a la luz. Nuestras miserias, nuestro costado oscuro o aquella solidaridad y arrojo desconocido en nosotros, incluso miedos que creíamos inexistentes. Esta pandemia ha mostrado todo- a nivel mundial- pero más que nada a quedado expuesto lo que SOMOS: seres de carne y hueso con debilidades, con defectos, con virtudes; más allá del status económico de cada uno.
De golpe notamos cómo, solemos ponernos de un lado o del otro. La verborragia y el discurso de que «somos todos iguales». «Hay que ayudar al otro». «Este es un pais que abraza a argentinos y extranjeros» o el «Para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino»…. ya no es real. Hay una frontera (el virus) que nos divide. Y peor aún, porque también divide a argentinos: los que salieron del país y quieren volver y los que «quedaron adentro». De golpe, el que decidió irse de vacaciones después de año o mas de trabajo es un «delincuente», ya no es argentino.
Las profesiones que hasta ahora eran consideradas de menor calidad, de pronto son «imprescindibles»: el que trabaja en la recolección de residuos o limpieza, el camionero, el personal de salud, de seguridad, entre otros. Y la gente salió a aplaudirlos y como nunca, muchos, lograron un resarcimiento económico que durante años reclamaron y que de pronto mágicamente se pudo dar.
Pero también la pandemia hace surgir iniciativas, solidaridad. Gente que pone el cuerpo-sin lucro mediante- para el bienestar de otros que pelean por nuestras vidas. Y se presentaron instituciones sociales, religiosas, políticas, culturales, con voluntad para conseguir elementos, donaciones, víveres.
Sin embargo, en Oberá, la segunda ciudad de Misiones, que durante años difundió tener un gabinete de crisis, comité de defensa civil, comité de crisis (llamado de diferentes formas según los gobiernos de turno), no tiene acción en organizar. Porque estos comités, grupos, como quieran llamarlo, nunca pasaron por una situación real de crisis y hoy, no saben qué hacer.
Mientras Salud Pública convoca a los abuelos a vacunarse contra la gripe, las fuerzas de seguridad dicen que no tienen que salir de sus casas (y existen multas y retenes para cumplir con ello). Mientras desde Nación se levanta el feriado puente el Intendente local decide que se cierren los negocios. No hay comunicación unificada, no hay directivas y cada quien hace lo que puede, o le sale. No hay un lugar donde la población vulnerable pueda consultar si no tiene para comer( se ha visto grupos numerosos de personas frente a la Municipalidad para pedir comida). No hay teléfonos que puedan centralizar las consultas o los pedidos y derivar a quien corresponda. No hay organización para que la gente que va al banco a cobrar no lo haga de manera masiva (cosa que este virus no permite), en San Ignacio hicieron caminos marcados para que la gente se ubique. No hay directivas precisas en la fuerza de seguridad provincial, algunas localidades dejan a los vecinos hacer sus compras en Oberá y otras no.
La peor pandemia ante la pandemia es no estar organizados. Esto recién empieza y los medios de comunicación están desorientados porque no saben qué comunicar primero, porque las órdenes se contraponen. Es urgente un comité de crisis EFECTIVO. Reunir voluntades, virtuales o presenciales (con la seguridad necesaria), pero que oriente a la población saber qué hacer más allá del pedido de «Quedáte en Tu casa».
Nuestras fibras íntimas de ser humano se exponen hoy, tenemos que ver de qué estamos compuestos. Ojalá sea para beneficio del otro y no de uno mismo.
(Foto: Gentileza A. Suárez)