“Todos son buenos muchachos, pero el poncho no aparece”, la frase de una canción de Argentino Luna es ilustrativa, el ocultarse tras el aparecer, así, la apariencia, el mostrarse en el aparecer amable, racional, civilizado y cuantas cosas más, puede mudar en otra faceta del mostrar cotidiano, como se trató de aquellos criminales de guerra nazis en el país, mostrarse como adorables viejitos “inofensivos” cuando en el fondo eran, bueno, usted sabe lo que eran, y fueron expuesto por quienes afanosamente los buscaron hasta encontrarlos, esos viejitos eran el enemigo oculto “tras” el mostrar.
Pero el problema se inicia cuando usted, -no- “identifica” el accionar del enemigo y ni siquiera considera que -exista- como tal, ante acciones que atentan en contra de usted, ¿cómo cuáles?, por ejemplo, con las decisiones de los que gobiernan en su país, si son contrarios para cubrir sus necesidades cotidianas, entonces, el enemigo es “ese”, pero siempre lo vienen haciendo, ¿ve? y usted siga sin hacer nada.
Ahora, determinado el enemigo, ¿cómo se lucha en contra de él?, ese el verdadero problema del determinar al enemigo, y es el ¡cómo se lo enfrenta!, para colmo, el enemigo, no es una entelequia lejana de usted, sino que está en su misma cuadra, es vecino, vive en su mismo barrio, localidad, provincia y país y no estoy abonando el terreno de una -guerra civil- sino de la pregunta pragmática acerca de ¿cómo luchar en contra aquel que me daña y me lastima?, es perturbador porque ya no se trata de -vivir- bajo normas de civilidad sino de otras como la de enfrentamientos, conflicto declarado, resistencia, lo que rompe con la monotonía de un estar cotidiano para subsistir, sin sobresaltos, ni consideraciones ajenas a los intereses personales, bueno, ese enemigo me fuerza a hacer de mi estar mundano, una instancia de
lucha y disruptivo a la complacencia cotidiana de los que soportan las decisiones de gobierno en “contra” de ellos mismo.
La pregunta por el enemigo, entonces, es terrible, sugiere un estado de naturaleza que pone en litigio la convivencia pacífica porque ¿cómo convivir pacíficamente con tu -enemigo-?, algo que pone en tela de juicio lo que te enseñan en las escuelas e instituciones de todo tipo, con el “discurso” de la hermandad, del ser argentino, del estado de derecho, de la democracia, de los acuerdos y los políticos, y erradicar la posible idea “subversiva”, que el aparecer del político al servicio nuestro, sea al revés, se trate de un sistema armado para otros intereses ¡ocultos! y por ello, el aparecer confabulador del político, Y cuando sales a la calle a reclamar, no te pegan y te magullan, para que -no protestes-, sino para meterte en la cabeza, que eres tú, el “enemigo” por salir a la calle, por movilizar, gritar, enfrentar, luchar y así, justificar la perversidad represiva del milico, ese que es vecino tuyo, que vive en el mismo barrio, provincia y país, tal como también lo hacen los políticos y a los que pagas, a esos que te -pegan y te engañan-.
Juan Oviedo