La denuncia penal sobre el presidente por sus insultos, dichos, frases etc., por un lado y por el otro, el efecto “real” de esa denuncia en el sentido que genere algún tipo de sanción, condena, ´por parte del poder judicial despierte cierta dosis de “escepticismo”, al respecto acudimos como ejemplo al título de Tiempo Argentino del 04/11/2024 consistente en “Una nueva vez la Justicia ordenó a Pettovello que reparta alimentos a comedores.
Y lo reafirme de la siguiente manera “Cuéntenla como quieran, pero ya es el octavo juez que les falla en contra, estamos en una República y ahora la orden es clarita: entreguen alimentos” (1), es la octava vez, ¿eso significa que el poder judicial no posee fuerza o no cuenta con modos, métodos para hacer cumplir sus fallos?, pareciera ser que es así, que la división de poderes respecto al repartijo de fuerzas no es ¡reciproco! sino que el ejecutivo, siempre tiene -las de ganar-.
La cabal división de poderes es algo “simbólico” y no real, en el sentido que si el poder judicial, falla, ordena y -no se cumple-, más allá del vericueto del apelar, y no hace nada en concreto, sanción o acción específica por tal -no obedecer-, entonces, no habrá sanción, ni detención, ni cárcel, ¡no habrá nada!, que implique un real castigo para quien no acata y ante eso ¿qué hace el judicial?, sigue fallando en contra, pero al ladrón de gallinas ¡sí!, ¿verdad?
Ese no actuar de igual forma son las bases por el cual el poder está del lado del “presidir”, y la impunidad lo seduzca y lo habilite a decir lo que le –plazca-, ya sean disparates, incongruencias, insultos, amenazas, algo que “disloca” en –dos- en quien debería ser –uno-, lo institucional detrás de quien preside como algo que nos involucra a todos, y la “persona” en quien preside, como algo que -no nos- involucra a todos, aunque, en cerebros de militontos tras sublimar de por medio, la persona adquiere el valor institucional de quien preside y los disparates de aquella -ordene- en estos cerebros, acciones conforme a lo que la persona declara-
Vamos al siguiente ejemplo, consideremos la cuestión que el ciudadano Milei antes que fuera el que preside, supo participar como juglar en ciertos medios televisivos, ahora, en ese aparecer ¿hubiera podido decir lo que dice actualmente, cuando no era nadie?, decir libremente al aire acerca de la hijaputez de algunos, eliminar de la faz de la tierra a todos los zurdos, estar en contra el wokismo etc, no, ¡claro que no!, pero lo peor de ese hecho no sería tal decir sino por “su” convencimiento interior, -que “su” decir- porque hoy preside, sea un “aporte” al –elucidar- de ¡terceros!, y sin -atacar al hombre- solo considerando la idea de su -convencimiento interior-, nos obligue a dejar de lado la falacia y -llegar al hombre- y comprobar que sigue intacta su vieja condición payasesca, más allá que sea hoy -el que preside-, ¡vaya con la seriedad de la institucionalidad en bananas!.
Lo que nos muestra la “farsa” de tal institucionalidad a la que estamos expuestos, con órdenes judiciales que -no se cumplen-, con políticos elegidos para representar un partido y pasarse a otros, fenómeno naturalizado y con un ejecutivo centrado en el ombligo de su cuantificación inflacionaria, pero sin prestar atención a los sueldos deprimidos y todo lo que el que –preside- provoca, en otras palabras, un poder judicial sin fuerza, con ratas cambiando a barcos más estables, y el presidir subordinado a la persona sin límite alguno, reitere la farsa de esta institucionalidad sin instituyentes “probos”, y la convierte como una farsa aquí, en bananas, mientras, el ladrón de gallinas va preso.
Y si se piensa en la oposición como posibilidad al cambio, la farsa se muestre cabal, porque esos -fueron y serán-, parte del problema que posiciono a quien ¡nos preside!, por eso es que con “unos y otros” o con -estos y aquellos-, no tengamos “solución” compadre, la misma idea de solución ya sea un maldito error ¡más!, aquí en bananas.
Juan Oviedo