• 07/09/2024 23:17

Reflexiones entre equívocas y univocas: herida (por Juan Oviedo)

HÉCUBA DE Eurípides pone en escena la “destrucción” de las excelencias morales de la
protagonista, al ser vulnerado su “buen carácter” por acontecimiento del contexto, donde los
valores relacionales, justicia, amor, amistad, que integran su idea del bien, se adquieren
socialmente, mediante la educación en comunidad, así, se puede ser firme si el entorno social
es confiable y lo trágico, será que éstos valores cambian, entonces, ¿cómo mantenerse firme
moralmente hablando?
Los acontecimientos que desencadenaron el resultado electoral del pasado domingo, ¡han
sido increíbles!, típico de un mundo “ajeno” al terrestre y, por lo tanto, con una condición
humana -ajena- a la nuestra, porque la nueva alianza electoral conformada para el venidero
19 de noviembre, pone en la palestra la cuestión de la condición ¡moral!, aspecto que suele
dejarse de lado y no ser tenida cuenta a la hora del análisis electoral.
Somos la palabra y “no solo” para comunicar, sino que por ella también “habla” nuestra
interioridad, que no es solo el de la conciencia-, sino de ese espacio como barrera a la
animalidad del actuar: los instintos, y es la –moral-, la misma solo es posible desde el
trasfondo de la dignidad de la condición humana, Kant distinguió entre lo que tiene “precio”
y lo que tiene “dignidad”. Tienen precio aquellas cosas que pueden ser -sustituidas- por algo
equivalente, en tanto que aquello que “trasciende” todo precio y no admite ¡nada
equivalente!, eso tiene -dignidad-.
Así, lo indigno, es aquello que se vende, se prostituye, se vulnera, pero no hacia fuera de la
propia persona sino para su -sí mismo-, en otras palabras, lo indigno es una traición a toda
confiabilidad y seguridad, porque pone en la palestra a todo decir, pensar y actuar de la
persona, que se vende y tiene un precio, lo que significa que has dejado de ser digno, y desde
lo señalada debe verse el pacto entre Milei y Bullrich o……. los indignos.
El circo mediático señala ciertas cuestiones puntuales de las que no sería posible “retornar”,
se trata de los insultos entre ambos candidatos, pero ¿insultos?, no son serios porque no
poseen la estatura de la persona ¡digna! que le confiere formalidad al insulto, ¿perdonarse
mutuamente?, ¡imposible!, si no existió falta, porque para que “exista” la falta se debe apoyar
en la -estatura- moral del sujeto que la hace y sólo desde ahí, puede ser considerado falta,
por lo cual todo es una ilusión, un simulacro porque ¡nada de eso es real!, ante sujetos que –
han perdido- su propio respeto al canjear lo que -no se puede- canjear: su dignidad.
Pero hay algo a considerar de la nueva fórmula y es la ¡herida moral! que han provocado en
aquellos que ¡sí!, “les creían”, que esos candidatos eran honestos, probos, dignos, esa
credulidad defraudada es la -herida moral- y es la que no se hace presente en forma racional
sino emocional, en otras palabras, ¡nuevos indignados! y -vigente- en el día del voto, e
incluso “ahora”, porque ¿cómo cree que esos indignados que adhirieron al discurso de la
casta -no piensen- que apelar a Bullrich es apelar a esa casta y a los amigos comunistas, los
buenos radicales, ¡ah! y por supuesto, al estadista Macri, como también, ¿quién tomara en
serio el decir de Bullrich, acerca de Milei al que definió como un sujeto de “ideas
extravagantes” y vuelva a creer en su nuevo decir?
Los ídolos de barro que el sistema electoral posiciona -candidatos, campañas, debates-, nos
muestra el absurdo de hacer significativo a lo insignificante, ayer fueron otros, hoy, lo son
las desenmascaradas figura del -ayer león- en “gatito” y de la -inflexible, seria- candidata en
“clown”, ellos son los nuevos actores de la presente comedia, pero lo trágico acecha y nos
diga que tales títeres muestra la “indignidad” del propio sistema, por ser este un medio a los
intereses que gobiernan y que no son elegidos porque se imponen, y a igual que Hécuba, no
se pueda creer en lo que no posee ¡dignidad! y por su dolor y la desazón experimentada la
hubo de corromper, y dudoso escenario para el emerger de la -aséptica- “herida moral”, por
el cual y a pesar de todo, los indignos, continúen siendo “dignos”. Tal como los jueces siguen
siendo jueces.


Juan Oviedo