Esto que se ha denominado “negacionismo” –no es- lo mismo como sería el negar a una montaña,
porque más allá que se niegue a la -cosa-, la -cosa-montaña estaría, pero en este tipo de
negacionismo político lo que busca es “afirmar” algo parapetado en el negar, y que no niega al –
hecho- sino la “interpretación” sobre el hecho, es lo que hallamos en la voz de la señora Villarruel
cuando sostuvo que «no hubo 30 mil desaparecidos» o sea, reconoce que si los hubo y «los
terroristas que hicieron atentados en los 70 tomaron el poder, reescribieron la historia y se
garantizaron la impunidad”, reconoce una belicosidad que -no es- en contra de ¡ningún país!, lo que
invalida el –parapetar- de la teoría de los dos demonios.
También dijo «La verdad que Carlotto ha sido un personaje bastante siniestro para nuestro país,
porque con ese cariz de abuelita buena, la realidad es que ha justificado al terrorismo», en otras
palabras, reivindica el actuar castrense.
¿Qué afirma la señora Villarruel?, una reivindicación del mundo castrense pero que solo puede
partir de un reconocer, su condena no “solo” por ser golpistas, sino por la crueldad sistemática de
su actuar.
Para reivindicar al mundo castrense lo –victimice- por sufrir ataques de guerrilleros en la ”pre
dictadura” ¿y sobre la dictadura?, más cívica- y justificada por “la guerra” que significo combatir la
guerrilla, y como lo hicieron? , con torturas, desaparecidos, robos de bebes etc., el ¡conflicto bélico!
implicó la novedosa metodología de este tipo de “lucha”, ¡ah! y con un trasfondo invisibilizado, la
de los civiles que utilizaron tal proceso para sus intereses.
Pero también “¨Para la magistrada federal, la voladura del Casino de la Policía Federal en 1976
diseñado por el periodista y escritor Rodolfo Walsh no debe ser investigado. El ataque dejó 23
muertos y 110 heridos y fue el más brutal hasta la explosión de la AMIA” según titula un medio, la
magistrada es la señora Servini de Cubría.
Como también otro medio señala “Por el contrario, los muertos de los grupos guerrilleros son
invisibles para los gobiernos, el Congreso y el Poder Judicial. Debido a que murieron a manos de
jóvenes que profesaban nobles ideales, no hay victimarios y, por lo tanto, tampoco víctimas. Son
muertos menores, de segunda clase, según lo han entendido todos los gobiernos democráticos –de
derecha, centro e izquierda– que se han sucedido desde el retorno a la democracia, en 1983, se
presume con el respaldo de una porción predominante de la opinión pública”.
La interpretación de lo histórico busca dilucidar un ayer, pero este énfasis por el ayer no intenta
dilucidación alguna sino “posicionar” en el hoy, significaciones con fuerte raigambre connotativas
bajo el ropaje de una -justicia y moral-, en el presente contexto electoral, y a tales fines se –mueveel negacionismo como estrategia para “afirmar”, pero vayamos un poco más, ¿aquella ideología
presente en la lucha sesentista –posea hoy- una representación en el país? y lo mismo para quienes
reivindican a los militares, ¿continúan esos intereses “cívicos” hoy y con algún tipo de injerencia en
la actualidad?
Ahora, ¿hubo guerrilleros o los así denominados y demonizados terroristas -en el fondo- eran héroes
nacionalistas que arriesgaban sus vidas en torno de un ideal liberador?, y lo mismo con la dictadura
cívico-militar, ¿ellos tomaron las riendas de un país para salvaguardarlo de la posible contaminación
comunista? o ¿se trató de la peor camada que hubo de egresar militarmente y tras ellos,
parapetarse poderes económicos tras sus propios intereses con el neologismo de nacionales?
Si el guerrillero fue demonizado terrorista, el milico también, la diferencia es que hoy día no existan
los guerrilleros de aquella época, pero ¡si milicos y junto a ellos, los civiles astutos!, una acechanza
que hoy se puede presentir, en la vociferación, la denostación, el insulto, que no parte de aquellos
luchadores sino desde las fuerzas en consonancia política, económica, judicial, mediática -y hoy- la
interpretación “negacionista” denota.
¿Hay cierta genealogía de aquel pasado en el acervo progresista de hoy?, si aquella izquierda hubo
de colonizar algún espacio del peronismo en cierto “momento” de los setenta y de alguna forma,
tras -matices coyunturales- se hubo aggiornado en el kirchnerismo, podemos inferir que la triple A,
la dictadura y la candidata a la vicepresidencia -la señora Villarruel-, mantengan cierta
correlatividad, entonces, se puede concluir del –triunfo- de aquella izquierda demonizada como
terroristas y hoy, tras cincuenta y pico de años, ya no ser “clandestina” sino causa abierta y legítima
e inserta como representación del progresismo y de lucha contra los poderes fácticos que maneja
la élite económica y política en este país.
La negación o la reivindicación de ese pasado son dos caras de la misma moneda y según mirada
ecléctica podríamos ser condescendiente con -héroes y mártires- por parte de ¡los dos lados!, pero
no seremos condescendiente por conferir heroicidad a ¡víctimas!, porque no hay heroicidad ni
mártires si no hay voluntad de estar en la situación que lo –amerite tal-.
Lo que provoca un “giro” en el presente reflexionar, que “no” reivindica como héroes o mártires a
los que ¡no tuvieron! la voluntad por serlo, que significa enfrentar –conscientemente- el peligro y la
muerte, algo que ¡no hace! el general “escudado” en el rango y manda al milico raso. Lo que supo
ver y decir Jauretche, ¡animémonos y vayan!, la cobardía justificada en el rango y experimentada en
Malvinas, con soldados masacrados sin voluntad de morir por tratarse de jóvenes con toda la vida
por delante, y que la necedad posicionó como héroes a esa “carne de cañón” es la presencia cínica
y la ¡bomba de humo! que significa tal –heroicidad-, la que jamás podrá ¡soliviar! el dolor que la
muerte provoca y todo el arco político adherir a semejante grotesco moral.
Porque dar consentimiento a esa heroicidad “fue, es y será” -legitimar- muertes ajenas por
¡cobardías propias!…….
Juan Oviedo