Es simple, todo “otro” implica un “yo” ajeno, distinto del cada “uno” y ¡zona de confort! de cada mismidad, ahí, este sujeto está cómodo, pero con un “otro” merodeando la “tensión” sea tácita por estar ante un “yo” distinto y potencial “amenaza”, ahora, ese otro ¿me cuestiona a mi o a la realidad en la cual me muevo?, se trata de lo segundo que posiciona a lo primero, porque lo “personal” -ser este, aquello o lo otro-, adquiera preeminencia por operar y creer en ciertos valores y aspectos de lo real, lo que nos dice que la fragmentación es una construcción de la alteridad y cimentada desde el “afuera” que aporta el mundo, y fuente de la “interioridad” de lo que somos como yo.
Lo interesante es ¿cómo o porque hago propio algo de afuera y ese otro ¡no!?, cuya fenomenología sea elegir distinto de lo que -yo elijo-, bueno, la cuestión siempre fue la diferencia, ahora, si –naturalizamos- la diferencia no debería haber problema con la alteridad, esta sería “natural”, pero pondría en -tela de juicio- ¡no el pensar y operar diferente acerca de lo real! sino su “coincidir”, ¿cómo siendo distintos podemos coincidir?, tal la nueva cuestión.
Por el cual el problema -no sea- la diferencia sino la ¡coincidencia!, quien domine el estado de naturaleza del yo -el ego-, lo haga imponiendo sus -necesidades humanas, personales, propias e individuales- o el “maquillaje” de la coincidencia sustentado en las particularidades de las insuficiencias. Es lo que “hoy” se patentiza en el congreso con la -ley ómnibus-, la misma es tironeada por los diferentes bloques políticos de la cámara baja para llevar agua a sus propios molinos, la diferencia ya está, entonces, ¡vamos tras la coincidencia! al “servicio” de los distintos intereses.
Entonces, el estado de naturaleza es reemplazado por el -estado del negociar- lo que nos dice que “nadie” tiene el poder porque de tenerlo, ¿para qué negociar?, tomo lo que quiero ¡y listo!, la negociación es la fuente que me dice, que ¡no tengo poder!, pero desde ahí puedo lograr fragmentos de poder y también, otorgarlos, porque en la medida que se lo logra también se lo otorga, ¡eso es negociar!, por lo tanto, la nueva mirada es, ¡no lo que logras sino lo que otorgas! porque no hay una simetría entre -lo que tomas y lo que das-, por ello, los “viejos zorros” del Congreso son quienes mejor manejen la relación acuerdo, desacuerdos que implica toda negociación, siendo hoy la “estrella” de esos zorros el señor Pichetto, de ¡como un permanente perdedor en varias candidaturas!, sea elegido para representar los
intereses oficialistas de turno.
Y a la hora de mencionar oficialismos de turno, también sea preciso mencionar ciertas permanencias y vigentes más allá de quien gane, tal como sucede con el señor Pichetto, también suceda con el señor Scioli y su impactante frase, “¿está mal querer ayudar?”, como respuesta a la crítica de algunos afectos al “peronómetro”, lo cierto es que la “capacidad” del señor Scioli para ser convocado por distintas administraciones, también es más que notable.
Los Pichettos y Sciolis que puedan existir, no son una razón de Estado, pero su durar ante el paso de muchas administraciones parecería que lo fueran, entonces, la pregunta por entre “propios” y “otros”, ¿las hay?, ¡no!, la diferencia es una “simulación” de la representación votada, ante lo mismo de siempre, reparto del botín en juego, lo que revela como “nunca” la ¡ficción! funcional del otro, porque el reparto es siempre entre los mismos, no hay ni exista remotamente un -otro- entre los políticos sino por ¡siempre! el “nosotros” y la alteridad, un pleonasmo que envicia a intelectos narcotizados.
Juan Oviedo