El «Salto Berrondo» a 4 kms. de la ciudad de Oberá (Misiones), podría decirse que representa como nadie la -delicia natural- de la provincia colorada, oculto tras la fachada de un simple camping municipal las aguas del arroyo Salto que lo surcan, se tornen mágicamente en una cristalina catarata con una altura de 12 metros aproximadamente y atractivo principal que hace las delicias de turistas, visitantes y acampantes.
Claro, la estrella del lugar es el “salto”, pero no es el único atractivo, selva, arroyo, piedras, silencio y aves, proveen un contexto encantador, algo que a la vera de la ruta provincial N° 103 es imposible de pensar.
Y si lo visual “manda” por la exuberante vegetación, también, el sonido posea lo suyo pues alejado del ensordecedor ruido que provoca el salto, el manso silencio se arropa con el eco del arroyo y adquiera la preeminencia junto al clamor de las aves, el canto flagrante por su -territorio perimetral-.
Si el destino natural cumple notablemente con las expectativas de los visitantes, acompañan lo servicios que el camping provee, así, mesas, bancos, parrillas, un lugar para comer y beber, sanitarios y una piscina de amplias dimensiones con todas las comodidades, se le acople un sector para la práctica de deportes como vóley y fútbol, y por supuesto, muchos, varios senderos para realizar caminatas.
El salto Berrondo lleva su nombre por la familia Berrondo, quienes fueron uno de los primeros pobladores cercano al salto. Luego, la familia Urrutia adquiera la propiedad hasta la década de los 80 que pasa a depender de la Municipalidad de Oberá y se empieza a construir el camping municipal en el 86. En la actualidad, la promoción y explotación turística de juegos en el Complejo Salto Berrondo se encuentra concesionada.
La misiones sintetizada en el «Salto Berrondo» nos detona esa parte oculta que la civilización impuso pero que no puede eliminar, porque la naturaleza que somos ahí -se nos devele-, seres en medio de un salto de agua junto al instinto de ponernos debajo de esa masa líquida, después, sentir el sol en todo el cuerpo y perder la mirada entre las copas de árboles y cantos de aves, sentarse sobre las piedras y quedarse allí, perderse en la hipnosis que el lugar nos despierta y llevarnos a otros lugares o del «illo tempore» de Eliade junto a los arquetipos de Jung que aún, pululan en nuestro colectivo oculto.
O un contacto con «lo numinoso» desde la definición de Otto, implique la suprema experiencia que nos destine ese lugar en la encantadora Obera, desde el frondoso verde de la tierra colorada de Misiones.
Juan Oviedo