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Cuando llegar no es la meta, sino, la partida

Sep 10, 2018 #maraton, #Oberá, #yaboty

A veces, la vida te sitúa frente a situaciones inesperadas. Las amistades que surgen en esos momentos o las demostraciones que recibís pueden ser inusitadas. La Maratón del  Yaboty que se corre anualmente en EL Soberbio,(que resulta de gran exigencia incluso para los profesionales maratonistas), tuvo una historia real y emotiva, vinculada al tema.

Daniel Refosco, de profesión Ingeniero, hace un tiempo decidió comenzar a correr, por su salud, por desafíos propios, hasta que se puso como objetivo correr en esta Maratón, que con lleva unos 35 kms de caminos y senderos en el monte (en su categoría). En este caso, con un propósito más que solidario y valedero: demostrar que “eres lo que superas no lo que logras”, dedicado a un amigo que pasó por un difícil momento de salud. Lo contó en la red social Facebook y ésta (con su permiso) es su historia:

“Alejandro Minoura tuvo la idea de alquilar una casita rodante, ya que no se conseguía alojamiento en El Soberbio. La ubicó en la Plaza, literalmente. Estaba a 50 metros de la llegada/largada de la carrera. El llegó el viernes con su esposa Alicia, mi hijo Marcos y yo, arribamos el sábado luego del mediodía.

Este Yaboty como todos fue especial, muchas emociones, sobre todo luego de recorrer 35 km en 7 horas y 28 minutos, consumir 3442 Calorías y 59 mil pasos”.

No estoy contento con el tiempo que me tomó, pero supongo que faltó más entrenamiento, o tal vez sea la edad, o lo más probable, un poco de ambos. Tipo 6 del domingo, tomé un desayuno liviano, realicé estiramientos, preparé mochila, equipo, baño, pintaban varias horas por delante, pero a las 7: 45 ya estaba en el grupo de corredores, con nervios como siempre.

Unos 1000 corredores largamos a las 8 en punto; los de 15 y 35Kms, el día se presentaba lindo pero con mucha niebla. En los primeros kilómetros comenzó a asomar el sol, lindas imágenes del rocío en las plantas iluminadas por él. Me crucé con el primer conocido Silvia Elena Gutierrez Allou de Iguazú, saludo breve y seguimos cada uno con su ritmo. Pasados los 2kms, comenzamos a correr en el monte, con trillas hecha a machete. Como era casi al inicio, éramos muchos, por lo que se observaba una larga fila de corredores. En este punto, el olor del monte se hacía sentir, aquel que estuvo en un monte sabe a lo que me refiero, la luz era escasa. Cerca de los 5 km llegamos a la orilla del Arroyo Soberbio, por 3,5 km, corrimos sobre la orilla,(correr es una manera de decir). En realidad caminábamos sobre un plano inclinado y con las manos nos sujetábamos de las ramas, terreno difícil, muy flojo, húmedo, resbaladizo, las raíces te hacían zancadillas.

Sobre el final, una buena distancia sobre piedras de la vera del arroyo. Aquí se cobró la carrera las primeras víctimas, caídas feas sobre las piedras, más adelante me crucé con bomberos y su camilla, iban por algún lesionado.

A los 9 Km llegamos al puesto de control, dejamos la orilla del arroyo Soberbio. Recargué agua, comí unos gajos de Naranja, algo de banana, membrillo, y seguí viaje. Este tramo ya no incluía monte, sino, camino de tosca, con subidas y más subidas.

Casi saliendo del primer puesto de control, me encontré con Anita Haddad, una ex alumna, ahora colega, con la cual compartimos hasta el próximo puesto de control. Dicho así parece poco pero eso nos tomó cerca de dos horas, con esto llegamos al km 19 y habían pasado las 4 horas de marcha. El puesto de control número 2, incluyó nuevamente hidratación, comida y a seguir. La compañía de Ana, me ayudó a mantener el ritmo, una persona muy atenta con los corredores que pintaban algún problema, como sucede con cualquier persona que compartís una carrera, se habla de todo, algo raro, porque cuando fue alumna no sé si hablamos alguna vez.

Llegando a los 22km y cerca de las 5 horas de carrera, siendo las 13 hs, el sol estaba ya muy fuerte. Me dí cuenta que había perdido mi gorra, por lo que utilicé un cuello multiuso para protegerme del sol. Ana tenía otro ritmo, por lo que se alejó adelante.

Yo entonces, caminaba 100 metros y me ponía a la sombra de lo que había, regularizaba la respiración y avanzaba otros 100 metros. A esta altura de la competencia, los corredores están separados, casi que corrés solo, escuchás mayormente los latidos de tu corazón. Entonces es momento de parar, para bajar el ritmo. Finalizados los 23km las pantorrillas me avisaban que no estaban bien, micro calambres aparecían, necesité estirar cada tanto, corría un poco y cuando aparecía el micro calambre caminaba. Por supuesto tomando agua, grandes sorbos cada 5 minutos más o menos. La temperatura llegaba aquí a los 32 grados.

Con 6 horas de carrera había llegado a los 30 km y allí, el último puesto de control, luego de hidratarme seguí. Durante una hora no había hablado con nadie, había corrido solo desde los 23 a los 30 km. Pero una charla pequeña con la gente del puesto de control, me animó y continué.

La cuestión aquí se hace más difícil, porque estás cerca, pero cansado. Si caminás, no llegás más y si corrés y te quemás tampoco… así que es un equilibrio de tu físico que tenés que conocer.

Estos últimos 5 km fueron bajo una trilla en un monte (O capuera), pero el sol no era un problema en esta parte, los calambre se hacían presentes con más frecuencia. Seguía corriendo solo, tenía otro corredor a unos 100 metros adelante, pero ya estaba cerca. Llegué al Soberbio, yendo por la vera del Río Uruguay, entré a la Costanera y encaré los últimos 300 metros.

En los últimos kilómetros había sacado un cartel que con Ariel Guliani habíamos hecho como homenaje a Alejandro Minoura ,lo fui desplegando y me arrimé a la meta, estaba a 50 metros.

La gente comenzaba a gritar, escuché a un alumno gritar “Ingeniero!”. El locutor Pablito Colombo que animaba la llegada, leía el mensaje del cartel, en ese momento afloraron las lágrimas. Mi hijo Marco, se acercó y me acompañó a cruzar la meta. Una chica me puso la medalla de “finisher”. No sentía el cansancio. Ale “el Japo” estaba emocionado. Se acercó a donde estábamos y con un abrazo grupal, hasta el locutor se sumó, terminaba Yaboty. Había llegado, siete horas y 28 minutos me tomó el recorrido.

Mucha emoción, sacrificio, voluntad, preparación. ¿Qué decía el cartel? “No eres lo que logras, eres lo que superas”, con esto, quise destacar que hay otras peleas que son más difíciles que la que había tenido, desde lo mental, físico y espiritual como la que le tocó “al Japo”.

Una experiencia de vida que no se compra, no se paga, ni siquiera si lo planeás podés asegurarte de lograrlas. Creo que sólo hay que intentar y luego ver qué sucede, en este caso conseguí llegar y rendir este homenaje al Japo”.

Daniel Refosco (Ingeniero-corredor de maratón)